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Debo decirles… cuando intercambio opiniones sobre lo ecológico con otras personas, a menudo me sorprenden las reacciones de estas últimas.
Uno de los argumentos principales que escucho es que lo ecológico, de todas formas, no existe. En efecto, cuando se hace el tratamiento de un campo, es evidente que una parte de las micro gotas de producto se dispersan hacia los campos vecinos. Sin embargo, no es raro que un campo ecológico esté rodeado de campos no ecológicos.
Si esta reflexión no carece de sentido común, recordemos sin embargo que la dosis de estas micro gotas es relativamente ínfima comparada con lo que efectivamente se deposita en el campo no ecológico. Ahora bien, gran parte del debate está ahí: vivimos en un mundo donde es imposible no consumir productos químicos. A menos de vivir en un lugar apartado, en plena naturaleza, sin ningún objeto moderno, ingerimos por nuestra respiración, nuestra comida, nuestra piel, cantidad de moléculas no naturales a diario. El desafío consiste entonces en consumir la menor cantidad posible.
Por lo tanto la pregunta es la siguiente: ¿Es mejor consumir comida ecológica que eventualmente podría contener una ínfima parte de productos no deseados o decirse que es inútil y continuar ingiriendo los alimentos tratados ampliamente?
Hay que saber que tenemos la suerte en Suiza de tener criterios de selección para lo ecológico que son más restrictivos que la mayoría de los países europeos, y su cumplimiento es verificado regularmente por nuestras asociaciones de consumidores: El resultado es que es muy raro encontrar productos no deseados en lo ecológico en Suiza. Además, las organizaciones de certificación controlan individualmente cada explotación una a dos veces por año así como toda la cadena de transformación y distribución.
Otra creencia que escucho a veces es que el interés de lo ecológico es únicamente para la salud del consumidor. Si este aspecto está efectivamente en el centro, también depende de la calidad de nuestros suelos. Sin embargo, nuestros métodos de cultivo modernos contribuyen a un empobrecimiento de estos últimos. Por este fenómeno, impactamos la fauna, la flora, y por supuesto nuestra salud. La transición a lo ecológico permite entonces fomentar el cultivo responsable. Y no crean que el resultado toma tiempo. Algunos podrían decir « sí pero hace décadas que hacemos así, es demasiado tarde, ya no podremos reparar el problema »… Desengáñense: durante una transición a lo ecológico, se constata muy rápido una explosión de vida en campos previamente tratados. La naturaleza es resiliente: en cuanto se la deja expresarse, retoma sus derechos.
La RTS dedicó una emisión On En Parle en el mes de junio de 2016 bajo la forma de ventanilla interactiva 1), respondiendo entonces a las preguntas e inquietudes de los oyentes. Los invito a escuchar las discusiones que se derivan de ello.
Por supuesto, lo ecológico es el camino ideal a seguir para una mejor salud, y un mejor medio ambiente. Queda que para llegar al fondo de las cosas, hay que idealmente tender a elegir productos locales y de temporada. En efecto, los alimentos ecológicos cultivados bajo el mar de plástico de Almería no son necesariamente la panacea desde un punto de vista ecológico. Queda que es mejor que todos los otros cultivos.
En conjunto, no entiendan aquí que hay que cambiar todos sus hábitos de la noche a la mañana. Mi objetivo es informarlos. Tengan espíritu crítico, infórmense y hagan sus elecciones en función de sus deseos, de sus posibilidades y de sus valores.
Tres películas para ayudarlos a hacer sus elecciones:
Revolución Silenciosa: Actualmente en las pantallas
Mañana: Una película llena de esperanza que demuestra que el cambio está en marcha
Home: De Yann Arthus-Bertrand producida por Luc Besson y disponible gratuitamente en Youtube. Un balance y un mensaje de esperanza